X.X. EL DIARIO VASCO.
Jueves 4 de Noviembre de 1999
Anton Mendizabal promueve una estimulante colección artística
El escultor donostiarra invita al público a participar
La sala de exposiciones del palacio Barrena se transforma durante estos días en un gran taller en el que el donostiarra Anton Mendizabal se convierte en una agitador del proceso creativo al que ha invitado a participar a una decena de grupos de escolares. Un autor que hunde sus raíces en la artesanía y que en el desarrollo de su trabajo ha conseguido, con maestría, dar ese paso que le eleva a la categoría de artista.
A la hora de entender la muestra de Anton Mendizabal (Donostia, 1945), quizá resulta interesante tener en cuenta que a la hora de acceder a la Universidad, su opción académica se decantó por la Facultad de Filosofía y Letras, en la que obtuvo la correspondiente licenciatura. Otro dato que ayuda a acercarse a su aportación plástica es su trayectoria como artesano, labor de la que ya se encuentra desligado y que le reportó más de un premio.
Otro factor que ayuda a entender la singularidad de su puesta en escena, tiene sin duda que ver con su labor docente como profesor de arte en un centro escolar.
Junto a esta tarjeta de presentación, resulta importante además conocer el planteamiento con el que el artista donostiarra, afincado en Oiartzun, plantea su reencuentro con esta sala del palacio Barrena en la que se presentó por primera vez, en 1992.
Anton Mendizabal señala que una galería de arte y una casa de cultura son dos mundos diferentes. La galería conlleva un encuentro más frío y distante con el espectador. Una casa de cultura queda claro que desde su óptica permite una propuesta estimulantemente provocadora, didáctica y participativa. Yo, dice,«no quiero que mi exposición sea como un cementerio».
Desde esta perspectiva, Anton Mendizabal ha planteado su muestra como un proceso creativo propio. Una dinámica en la que ha involucrado a quienes le acompañan en la iniciativa y a una decena de grupos de escolares de un amplio abanico de edad, a los que propone adentrarse en un proceso creativo. A la vista de los elementos de la exposición se trata de que cada uno de los participantes elija un punto de partida para que, mediante el dibujo, la escritura, la plastilina o cualquier otro material lo desarrolle y llegue a un desenlace.
Quienes participan en esta iniciativa, apunta Anton Mendizabal, se sienten partícipes de la exposición. Un ejercicio que nos va a brindar un abundante material, que me gustaría poder exponer. Con esta involucración de otras personas, apunta, el autor, «siento que mi obra tiene una justificación. Además, de esta manera resulta muy gratificante».
Predominio de la madera
Por lo que a la obra respecta, nos encontramos ante el mundo de las tres dimensiones, iconos escultóricos realizados principalmente, en madera, material que en contadas ocasiones deja paso a la piedra o al hierro.
Desde un punto de vista temático, la colección queda dividida en dos grandes series. Por un lado el mundo de la pelota, y por otro la que toma como punto de partida las argizaiolas. Dos líneas de trabajo diferentes que como punto de encuentro comparten una misma base común, que Mendizabal sintetiza en «nuestras raíces».
Dos mundos temáticos que a su vez encierran dos concepciones plásticas totalmente diferentes. El mundo de la pelota, explica Anton Mendizabal, «responde a un planteamiento sistemático y metodológico de un proyecto escultórico, que con su plan de trabajo incluido, fija su conclusión en el 2001». Una obra, indica el artista donostiarra, de la que se hace cargo la Kutxa con la que sopesa crear el museo de la pelota.
De su engarce con este juego tan popular vasco, Mendizabal señala que en su casa ha habido pelotaris, un deporte muy próximo «al que todavía juego», subraya, y que insiste pertenece a nuestras raíces.
En este contexto, varias de sus obras, sintetizan (una labor esquemática que representa eso, sí, una constante próxima al minimalismo) estudios espaciales del frontón que surgen a partir de vivencias propias en la cancha que él define como tensiones de escape.
A propósito de síntesis, en el vestíbulo que situado junto a la entrada de la sala, Mendizabal, que añade le ha requerido un gran efuerzo plástico, ha colocado una obra, Pilotari estela, con la que el autor resume en una pieza todas las modalidades de la pelota. «El barroco, comenta, no me va, mi intención no es otra que expresar lo máximo con lo mínimo».
La pelota como símbolo
Otro grupo de obras juegan a modo de moldes y engloban espacios que aluden o bien la propia pelota o diferentes herramientas; la cesta, la raqueta, es la presencia de la ausencia. A su vez, el conjunto se convierte en lo que Mendizabal define como «la estela sempiterna de la (insiste en la importancia del artículo), pelota, la cesta o el frontón, como símbolos.
Un ejercicio con el que pretende sacar el objeto del momento y meterlo en la eternidad. Una idea de trascendencia, que Mendizabal indica, «tampoco va más allá».
Por lo que a la segunda línea de trabajo respecta, el artista confiesa que le permite más libertad creativa. Una línea argumental basada en el misterio y en la magia.
La esencia antropomórfica de las argizaiolas, queda sintetizada en la esquematización de la cabeza y el cuello de la figura que se repite y supone una constante en toda la serie. Una serie que alude al desarrollo de las propias argizaiolas donde, en ocasiones, a las luces y las sombras que proyectan las propias formas rememoran al argizari incandescente, o bien argizaiolas más volumétricas y espaciales, así como a figuras mitológicas.
De su proceso creativo, Mendizabal explica que tiene cierto cariz de ermitaño ya que le gusta irse al monte, donde en el silencio alcanza ese momento en el que surge la idea que traslada al papel y a continuación realiza un boceto con plastilina o barro para volver al papel y de aquí ya a la premaqueta en el taller.
Una interesante exposición en definitiva, que permanecerá abierta hasta el próximo día 21.