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ANTON MENDIZABAL EN ROSARIO (ARGENTINA)

 

 

El escultor Anton Mendizabal participó el pasado mes de

junio en el encuentro vasco-argentino deportivo-cultural

con su proyecto “Pilotaz”, presentado en el Museo Esteve

de Rosario. El apartado cultural se completó con la intervención

musical de Mikel Markez, Pako Aristi y Jesús

Mari Lopetegi, y el deportivo con competiciones atléticas

y partidos de pelota.

“En muy poco tiempo tuve que explicar todo un proyecto

de diez años y ha sido interesante en el sentido de que

me ha obligado a inventarme una exposición-conferencia

a través de veinte maquetas del proyecto ‘Pilotaz’, a tamaño

reducido, junto a una serie de diapositivas y tres

DVDs para contar el contexto de donde fueron surgiendo

todas las esculturas del proyecto. Al mismo tiempo articulé

una sucesión de imágenes para narrar la evolución

de la pelota a través de los siglos. Por una parte, ha sido

una muestra explicativa de cómo ha ido evolucionando

la pelota y, por otra, cómo he ido interpretando yo esa

evolución a través de las esculturas”, explica Anton

Mendizabal, un artista implicado desde siempre en la

cultura vasca en la que se sumerge para extraer de ella

aspectos novedosos e innovadores entremezclando distintas

disciplinas artísticas.

 

“Pilotaz” es un proyecto terminado hace unos

años, pero para ponerlo en marcha ¿fueron necesarios

muchos años de estudio?

 

Efectivamente “Pilotaz” ya es cosa pasada, lo terminé en

2000, aunque se puede decir que culminó dos años después

con la exposición que se montó en las salas de Kutxa.

El proyecto fue adquirido en su totalidad por esta entidad

de ahorro guipuzcoana con el deseo y la vocación de

que fuera parte de los fondos de un futuro museo de la

pelota. La exposición ha sido itinerante, la última se hizo

en Valladolid y la próxima se hará en Barcelona.

 

Las esculturas representan diferentes aspectos de

este deporte. ¿Cómo están articuladas?

 

Teniendo en cuenta que la idea final era que formaran

parte del fondo de un museo, pensé que tenía que ser una

colección didáctica, fácil de entender. El mundo de la pelota

es terriblemente complejo; hay tantas cosas dentro de

ese mundo que te puedes perder fácilmente. Y fue preciso

un guión claro, tanto para trabajar como para el futuro

espectador, que se dividió en tres grandes apartados: la

cancha, es decir, el lugar de juego; el autor del mismo o

pelotari, y las herramientas utilizadas. Es decir, dónde,

quién y con qué se juega a la pelota y sobre estas tres líneas

se ha articulado la colección. Y dentro de ellas fui

desarrollando los diferentes aspectos. Cuando me ha tocado

trabajar sobre el espacio de juego, he desarrollado, a

través de mi propia interpretación, las diferentes canchas:

desde la primitiva, sin pared, que se jugaba en el monte

hasta los últimos trinquetes de cristal. En el segundo

apartado, he realizado diferentes interpretaciones de las

posturas del pelotari pero sólo en la modalidad de mano,

a través de cinco posturas, y en lo que se refiere a las herramientas

he descrito escultóricamente las más comúnmente

utilizadas como pelotas, cestas y palas. Creo que

cada uno de los apartados tiene una lectura clara y fácil.

 

Muchos años de trabajo, muchas piezas y diferentes

materiales, además de su evolución personal.

 

He necesitado diez años para esculpir las 41 piezas de

las que consta “Pilotaz”. Y, aparte de que los temas

dentro de la pelota son diversos y por lo tanto también

los conceptos, fui utilizando materiales diferentes: madera,

piedra, hierro, cuero y cuerda. Sin olvidar que si he

necesitado diez años, yo también he ido evolucionando

estilísticamente a lo largo de ese tiempo.

¿El espacio ha sido el tema más difícil a la hora

de definirlo? ¿Se ha inspirado en algún otro escultor?

 

Sí, porque las posturas y las herramientas están ahí y

tienes unas imágenes de las que poder partir. Pero captar

el espacio de un frontón de cien metros de largo y

llevarlo a una escultura es bastante más complicado;

aunque también supone la parte más ambiciosa de “Pilotaz”.

A lo largo de los años vas absorbiendo de muchos,

pero Jorge Oteiza, fundamentalmente, me hizo ver

el frontón con otros ojos; me hizo descubrir junto con él

–porque en esa época tuvimos mucha relación– que el

frontón era como una gran escultura que tenía unas vibraciones

especiales. Eso se lo debo a él y en ese sentido

sí puedo decir que él me ha influenciado mucho en ponerme

a mirar muy serio a las canchas y en darle importancia

a la pared, sacralizarla. Él tenía una visión poética

de lo que es la pared como símbolo de un cielo protector,

y en mis esculturas la pared tiene también un significado

especial. Cuando Oteiza realizó el homenaje a

Velázquez se encontró con el frontón vasco, él lo llamó

así y lo descubre como un elemento enormemente sugerente

e interesante. Así nos lo hace ver a los demás.

 

En lo que se refiere a las posturas del pelotari y al

material las esculturas son más figurativas.

 

Sí, pero en cierto sentido también he sido oteiziano porque

he esquematizado mucho, partiendo de esa premisa

de querer decir el máximo posible con el mínimo número

de elementos, al igual que los artistas minimalistas.

 

¿Y por qué la pelota?

 

En mi familia desde niño viví el ambiente de la pelota, a

través de mi padre, que era un buen jugador de pala y con

el que llegué a jugar como pareja, y de mi tío, Alejandro

Amenabar que fue remontista y tallista de profesión y el

que me enseñó a tallar. Cuando le acompañaba a mi padre

al frontón Gros de Donostia, al finalizar el partido me daban

una pelota y volvía solo al frontón; esas vibraciones

del espacio en semipenumbra mientras deambulaba de un

lado a otro con la pelota, junto con lo que luego te dice

Oteiza... te das cuenta de que es algo que tienes dentro.

 

Sus inquietudes artísticas y la cultura vasca le llevaron

también a poner en marcha en la localidad

guipuzcoana de Oiartzun el proyecto “Pagoarte”…

 

Desde hace varios años, en este centro nos dedicamos a

realizar una serie de experimentos que relacionan diferentes

campos de creación. Es curioso, pero a pesar del individualismo

que cada uno tenemos en lo nuestro, los problemas

de creación, y también los procesos en muchas

ocasiones, son muy parecidos. Por eso surgió la idea de

realizar cosas con artistas vascos de diferentes ámbitos y

han salido algunos experimentos muy interesantes. Así,

dentro del mundo del bertsolarismo, surgió el bertso-pilota,

un espectáculo en el que el bertsolari actúa como si

fuera el botillero del pelotari en un partido auténtico. Fue

un invento nuestro que luego se ha ido normalizando en

otros lugares. A nivel plástico, Zumeta presentó aquí su

“Gernika” con todos sus bocetos y explicaciones. Ahora

estamos trabajando en torno al órgano de Oiartzun, el

Cavaille-Coll más antiguo que tenemos en el País Vasco.

Llevamos cuatro años y cada año hemos ido encargando

una obra a un compositor: El primero fue Gorka Cuesta

con una obra en la que acompañó el órgano con el txistu;

luego Ramón Lazkano compuso para órgano y barítono,

con letra de Xabier Lete; el año pasado, dentro de la

Quincena Musical donostiarra, Pello Zabalette, un compositor

de Iparralde, presentó una obra para órgano y percusión,

y este año estrenaremos, dentro también de ese festival

de música, una obra del organista Loic Mallié, sobre

un tema popular de Oiartzun “Jangoikoak gabon”, sólo

para órgano. Pero dentro del concierto también nos gusta

hacer algún experimento y en esta ocasión el organista

improvisará sobre una escultura mía, dentro de mi fase

actual en torno a la música, que es, a su vez, una interpretación

escultórica de “Ilunkor”, de Ramón Lazkano.

 

También ha sido txistulari y estudió los cinco años

correspondientes en el conservatorio.

 

Me siento un músico frustrado. Si en lugar de estudiar el

txistu hubiera estudiado otro instrumento, hubiera sido

músico y no escultor. Pero en aquellos tiempos era el momento

de aprender el txistu y hacer todo lo posible por la

cultura vasca. Con el tiempo también el txistu se ha ido

desarrollando y hoy en día se puede tocar de todo con él.

 

Y en estos momentos compagina la música con la

escultura.

 

Sí, estoy trabajando sobre la obra de Oliver Messiaen cuyos

cien años se cumplen en 2008 y quiero hacer una exposición

sobre música y escultura. Una de las obras que

realicé en homenaje a los organistas de la iglesia de San

Vicente, de Donostia, está ya expuesta.

 

 

 

 

Agencia: prismacm